Por Andrés Pascual
Un león del ring, eso fue Joe Frazier
Cuando uno conoció de boxeadores como Joe Frazier, que falleció el pasado día 7 de complicaciones por un cáncer de hígado, no raro, sino extraño por su tardía detección, casi siempre medita sobre qué hubiera podido hacer mejor en el ring si sus condiciones naturales, como la estatura, por lo menos lo hubieran igualado a otros pugilistas de su época.
Sin embargo, porque no tenía otra alternativa, el tipo aprendió a boxear contra hombres que, aunque le superaron por su altura, no pudieron abusar “contra el chiquito” y solo Foreman lo manejó con facilidad.
Joe Frazier tenía el elemento del que ningún boxeador que intente con seriedad y respeto puede prescindir: la determinación, cuyo exponente máximo en Fistiana fue Rocky Marciano.
Un fajador formidable, que logró manejar los uppercuts al plexo con maestría y que tiraba ganchos hacia quijadas que parecía que estaban a 20 millas de su alcance; que siempre supo que golpear abajo era la mejor forma de derribar torres, porque les erosionaba la base, demostrado desde que ganó el campeonato de los Guantes de Oro, división de peso pesado, para el Atlántico tres veces: 62, 63 y 64.
Fue campeón olímpico en Tokio-64 (plaza que logró con mucho trabajo, porque Búster Mathis se le convirtió en un escollo), después de ganar 4 peleas de los conocidos e inefectivos 3 rounds para quien es un peleador de planos bajos, por lo corto de los pleitos y porque ese tipo de golpes no lo anotan los jueces que, cuando producen un knockdown, casi siempre aceptan las reclamaciones de golpe bajo como réplica viciosa de lo que no es realmente el buen boxeo.
A George Oywello, de Uganda, por nocao en el primero; a Athol Mc Queen, de Australia, a 50 segundos de concluir el tercero; al soviético de 6’4 y 230 libras, Vadim Yemelianov, por nocao técnico luego de que su esquina tiró la toalla al 1:49 del segundo. En esta pelea, el americano se fracturó un dedo de la mano izquierda y no lo informo para seguir peleando, aun con atroces dolores, que le impidieron usar el gancho y el upper con regularidad. Por la medalla de oro contra el aleman Hans Huber, al que le ganó por decisión 3-2 (tres jueces contra dos).
Joe Frazier está en el medio de la trilogía de campeones olímpicos americanos de la década de los 60’s, que forman parte del Hall de la Fama en el amateurismo y entre profesionales, que iniciara Cassius Clay en Roma-60 como monarca amateur light heavyweight y cerró con broche de oro George Foreman en Mexico-68 en los completos. Dato conocido por todos, estos peleadores hicieron la leyenda de la
división completa en el periodo 1971-1975 boxeando entre sí.
Con Frazier se fue la última historia de grandeza, de coraje, de determinación ante diferencias de estatura y alcance, tan utilizadas hoy para justificar la falta de esos atributos en los pancrasistas y poco corajudos paquetes que ni hacen el esfuerzo cuando enfrentan a los hermanos Klitschko.
Quizás hubiera podido hacer cosas mejores en cuanto a resultados en el ring con dos ó tres pulgadas más de estatura; pero para brillar, para estar entre los mejores de la historia, con el corazón que tuvo le sobró. Que descanse en paz el tremendo gladiador.
Un león del ring, eso fue Joe Frazier
Cuando uno conoció de boxeadores como Joe Frazier, que falleció el pasado día 7 de complicaciones por un cáncer de hígado, no raro, sino extraño por su tardía detección, casi siempre medita sobre qué hubiera podido hacer mejor en el ring si sus condiciones naturales, como la estatura, por lo menos lo hubieran igualado a otros pugilistas de su época.
Sin embargo, porque no tenía otra alternativa, el tipo aprendió a boxear contra hombres que, aunque le superaron por su altura, no pudieron abusar “contra el chiquito” y solo Foreman lo manejó con facilidad.
Joe Frazier tenía el elemento del que ningún boxeador que intente con seriedad y respeto puede prescindir: la determinación, cuyo exponente máximo en Fistiana fue Rocky Marciano.
Un fajador formidable, que logró manejar los uppercuts al plexo con maestría y que tiraba ganchos hacia quijadas que parecía que estaban a 20 millas de su alcance; que siempre supo que golpear abajo era la mejor forma de derribar torres, porque les erosionaba la base, demostrado desde que ganó el campeonato de los Guantes de Oro, división de peso pesado, para el Atlántico tres veces: 62, 63 y 64.
Fue campeón olímpico en Tokio-64 (plaza que logró con mucho trabajo, porque Búster Mathis se le convirtió en un escollo), después de ganar 4 peleas de los conocidos e inefectivos 3 rounds para quien es un peleador de planos bajos, por lo corto de los pleitos y porque ese tipo de golpes no lo anotan los jueces que, cuando producen un knockdown, casi siempre aceptan las reclamaciones de golpe bajo como réplica viciosa de lo que no es realmente el buen boxeo.
A George Oywello, de Uganda, por nocao en el primero; a Athol Mc Queen, de Australia, a 50 segundos de concluir el tercero; al soviético de 6’4 y 230 libras, Vadim Yemelianov, por nocao técnico luego de que su esquina tiró la toalla al 1:49 del segundo. En esta pelea, el americano se fracturó un dedo de la mano izquierda y no lo informo para seguir peleando, aun con atroces dolores, que le impidieron usar el gancho y el upper con regularidad. Por la medalla de oro contra el aleman Hans Huber, al que le ganó por decisión 3-2 (tres jueces contra dos).
Joe Frazier está en el medio de la trilogía de campeones olímpicos americanos de la década de los 60’s, que forman parte del Hall de la Fama en el amateurismo y entre profesionales, que iniciara Cassius Clay en Roma-60 como monarca amateur light heavyweight y cerró con broche de oro George Foreman en Mexico-68 en los completos. Dato conocido por todos, estos peleadores hicieron la leyenda de la
división completa en el periodo 1971-1975 boxeando entre sí.
Con Frazier se fue la última historia de grandeza, de coraje, de determinación ante diferencias de estatura y alcance, tan utilizadas hoy para justificar la falta de esos atributos en los pancrasistas y poco corajudos paquetes que ni hacen el esfuerzo cuando enfrentan a los hermanos Klitschko.
Quizás hubiera podido hacer cosas mejores en cuanto a resultados en el ring con dos ó tres pulgadas más de estatura; pero para brillar, para estar entre los mejores de la historia, con el corazón que tuvo le sobró. Que descanse en paz el tremendo gladiador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario