jueves, 6 de octubre de 2011
El extraordinario caso de Hopkins
La ambición de todo boxeador que busca ser campeón mundial es quedar en la historia. Pocos lo logran. Y menos son los que alcanzan el sueño de reescribir la historia del boxeo a través de su propia historia personal.
Ese es el caso del extraordinario Bernard Hopkins.
A lo largo de los últimos 23 tumultuosos años de una carrera que comenzara a gestarse entre las paredes de una prisión y que se iniciara con una derrota en su debut profesional, el destino del filadelfiano ha conocido decenas de combates extraordinarios y amargas controversias. Pero ha sido su enorme constancia lo que lo ha distinguido como uno de los boxeadores más destacados de su era, y con logros que pocos atletas podrían haber soñado y que mueven los límites de lo que un deportista puede llegar a lograr si se compromete con los retos que le presenta el destino.
Tras aquella olvidada derrota en el primer combate de su carrera (un dudoso pero cabalístico honor que comparte con gente como Henry Armstrong y Alexis Arguello, entre otros) Hopkins se dedicó a aterrorizar a los pesos medianos de su época, para alzarse de a poco como un retador obligatorio al título. La oportunidad llegó cuando el por entonces imponente James Toney abandonó la categoría para hacer campaña en el peso inmediatamente superior, y en ese momento Bernard fue enfrentado con nada menos que con un Roy Jones Jr. en la plenitud de su carrera y en su peso ideal. Previsiblemente, Jones se alzó con la victoria, no sin antes recibir un duro desafío boxístico de parte de Hopkins, quien se alzaría luego con el título vacante (dejado atrás por Jones al subir de peso para desafiar a Toney) tras dos combates (el primero terminó en empate) ante el difícil ecuatoriano Segundo Mercado.
Yo me lo paso guanteando con gente que es 15 años menor que yo. No soy el típico tipo de 46 años que anda rodeado de gente de 56 años. Todo lo que hago es alimentarme de la energía y la juventud que tengo alrededor mío, para poder seguir sintiéndome como si yo tuviese 15 años menos.
-- Bernard Hopkins
Lo que siguió después fue un desarrollo lento pero seguro hacia la cima del boxeo mundial y hacia logros que pocos podrían haber imaginado en manos de Hopkins. Lejos de inducirlo a bajar su ritmo y a erosionar su estilo, el paso de los años nos fue mostrando a un Hopkins cada vez más sólido en lo físico gracias al trabajo casi científico de su entrenador Bouie Fisher (cuyo método para mantener a Hopkins en peso gracias a dietas, aplicaciones de toallas húmedas y secas en alternancia en todo su cuerpo luego de sus prácticas diarias, y entrenamiento continuo aún durante sus pausas entre peleas) y cada vez más afianzado en lo técnico gracias a sus combates ante peleadores de una variedad estilística enorme y un nivel boxístico muy alto. Y cuando los años comenzaron a hacerse sentir, Hopkins demostró tener una habilidad camaleónica para adaptarse a lo que el destino le iba deparando.
"Cada año que vives, pierdes algo, dicen por ahí", afirma Hopkins en una entrevista exclusiva desde su campamento de entrenamiento para su próximo combate ante Chad Dawson el próximo 15 de octubre. "Pero si pierdes algo, tienes que hacer ajustes, y yo soy bueno con eso".
Los ajustes de Hopkins son bien conocidos. Él comenzó su carrera como semipesado, pero bajo la magistral batuta de Fisher, y acompañado por su extraordinaria disciplina alimentaria y atlética logró bajar al peso mediano y mantenerse ahí durante suficiente tiempo como para batir el récord anterior de defensas de título (en manos del argentino Carlos Monzón, con 14) al mantener su faja durante 20 desafíos mundialistas. Y lo hizo ante nombres como Félix Trinidad, Winky Wright, Antonio Tarver, Oscar de la Hoya y muchos otros que le permitieron a Hopkins demostrar que su casi perfecta mezcla de energía y experiencia simplemente fue mejorando con el paso del tiempo para convertirlo en un púgil versátil y capaz de responder a todo tipo de desafíos. Si alguna marca de grandeza tiene Hopkins es esa: su gran capacidad de no lucir nunca predecible ni dejar que su rival se posicione en una zona de confort.
Pero por hábil que haya sido Hopkins a la hora de mantener a raya el paso del tiempo, es obvio que los años no vienen solos. Y en el caso de Hopkins, la receta, por buena que sea, seguramente se agotará y dará paso a actuaciones menos memorables. Todo eso, según Hopkins, está muy lejano en el futuro todavía. Sus actuaciones recientes, como la conquista del título semipesado de manos del haitiano-canadiense Jean Pascal en mayo pasado, nos dejaron ver a un púgil todavía entero físicamente, y su revancha ante Roy Jones Jr. fue, por pésimo que haya sido el pleito, una buena manera de demostrar que Hopkins no dejó que los años se le vengan encima, a diferencia de otros púgiles que continúan peleando hasta esta edad o más solamente para vender su buen nombre a peleadores en ascenso. Hopkins sigue boxeando no por falta de alternativas, sino porque sigue estando en el mejor nivel competitivo posible aún en comparación con púgiles mucho más jóvenes con quienes, lejos de envidiarlos, se alimenta toda la inspiración y la ambición que lo mantienen siendo campeón a la extraordinaria edad de 46 años.
"Yo me lo paso guanteando con gente que es 15 años menor que yo", afirma Hopkins. "No soy el típico tipo de 46 años que anda rodeado de gente de 56 años. Todo lo que hago es alimentarme de la energía y la juventud que tengo alrededor mío, para poder seguir sintiéndome como si yo tuviese 15 años menos".
Si logra continuar traduciendo esa receta en éxitos sobre el cuadrilátero, seguramente tendremos Bernard Hopkins para mucho rato más.
EXTRAIDO DE ESPNBOXING.
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