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Hopkins lanzó una derecha fallida, se echó
encima del cuerpo de Dawson, y este sin encomendarse a nadie, arrojó a su rival,
cuan saco de patatas, contra el borde del ring. Patético. ¿Qué ocurrió? Lo peor.
Hopkins se destrozó el hombro y no pudo continuar la pelea. Un claro "no
contest", claro, supondrán. Están equivocados. En el más difícil todavía, el
reputado hasta el pasado sábado árbitro Pat Russell dio por bueno el "impacto"
de Dawson como si fuera un crochet de los de Joe Frazier y decretó el nocaut de
un dolorido e incrédulo Bernard Hopkins. Ya lo expresó al final del simulacro de
combate el promotor Gary Shaw: "Si algo puede salir mal en un deporte, seguro
que es en el boxeo". Algunos parecen poner todo de su parte para que un
espectáculo que congregó a cerca de 9.000 espectadores en el Staples Center de
Los Angeles y a cientos de miles a través de la televisión de pago se
convirtiera en una función de wrestling, pero sin ninguna gracia. Si la Comisión
Atlética de Califoria modifica el resultado y dictamina en justicia un combate
nulo o sin decisión, por lo menos, se lavará parte de la afrenta, porque nadie
quiere, al parecer, un combate de revancha. Lamentable racha para el boxeo que
ojalá se rompa con un gran Márquez-Pacquiao III. Será casi nuestra última
esperanza. |
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