sábado, 25 de febrero de 2012
La pelea Gamboa – Ríos es una trampa para el cubano
Un paso en falso producto de la desesperación: Ríos-Gamboa
Cuando Cuco Conde decidió oponerle a Mantequilla Nápoles a Carlos Monzón como retador a la faja mundial mediana, no hubo ninguna otra razón que precipitara al cubano-mexicano a la debacle que el dinero: el oriental era campeón mundial y nadie le bloqueaba la posibilidad ni de boxear con cuanto clasificado apareciera en las 147 ½ libras ni, mucho menos, despojarlo de la faja que poseía con tecnicismos que favorecieran a otros.
Mantequilla fue el mejor boxeador libra por libra durante por lo menos 7 años, entre 1967-1973: de los muy pocos reales peleadores de tres distancias de la historia, que todo lo preparaba en cuestiones de segundos, por lo que no dejaba nada, como Robinson, a la improvisación; con un estilo peculiar de esquivar los golpes rectos, también como el Azúcar de Hárlem, con un ligero movimiento de la cabeza; con pegada y con resistencia. El tipo era un peleador completo de las zapatillas al pelo, era mucho mejor que Monzón técnicamente, pero no podía ganarle a aquella muralla, por cuya extensión entre un brazo y el otro parecía que podía abrazar el universo.
Monzón era un mediano natural y el cubano un welter-ligero bajito, mantenido a la fuerza en un peso entre 143-146 para cada pelea, es decir, que era casi un ligero con pegada para noquear welters, pero no a un mediano, además de alto, muy fuerte y que pegaba como un lightheavy.
Nadie supuso que Nápoles podía ganar, pero lo interesante era “la bolsa más que la vida” de la famosa encrucijada de cuentos de barbería. Entonces el miura argentino demolió al pupilo de Kid Rapidez…Pero Mantequilla podía boxear, nadie le impuso nunca restricciones fantasmas que lo llevaran al matadero y por eso ganó una fortuna y por eso está entre los tres mejores boxeadores latinos de todos los tiempos, lo que casi nadie dice nunca; tampoco que le hubiera podido arrancar la cabeza lo mismo a Chávez que a Durán que al pipisigallo…
Yuriorkis Gamboa no ha podido demostrar lo bueno que es porque, casi como Rigondeaux, apenas les dan trabajo, algo inversamente proporcional a las carreras de los boxeadores cubanos que se iniciaron como profesionales en Cuba, sobre todo a los que ganaron campeonatos.
Lo que ocurre con Rigondeaux no tiene nombre: no le dan peleas y, en la novena, luego de más 2 años como profesional, gana una versión de la faja mundial del peso supergallo; más insólito y destacable que las 7 que necesitó Spinks para imponerse a un Alí que ya estaba liquidado, o que la necesitada por el ex campeón olímpico en Melbourne-56, Pete Rademacher, que debutó profesionalmente discutiéndole la faja de los completos a Floyd Patterson, pero el campeón lo noqueó y no pudo pasar de un peleador mediocre con menos de 25 peleas en su historial.
A estos dos cubanos y a otros como Lara no los quieren en el circuito que manipula la “pandilla” que tiene como sede de la velada importante a Las Vegas; por eso no les dan trabajo, para que, entre la inacción y la frustración, se oxiden y no puedan ganarle a nadie de sus bultos de una sola dirección: el antiboxeo de la era de las carnicerías a puños desnudos o “bare fists”.
La desesperación por pelear, por hacer el dinero que merecen, fue que, posiblemente, condujo a los apoderados de Yuriorkis a aceptar una pelea que es una trampa que le tendieron al cubano para que Brandon Ríos le gane, si por demolición, mejor.
Para que se niegue todo lo positivo que han hablado sobre él, ya deben haber pagado a la crónica, tanto en inglés como en español de cierta importancia, aunque no necesariamente brillante.
La pelea contra Brandon Ríos es un atropello provocado contra el cubano y, por los mecanismos empleados para tenerlo fuera del negocio sin pelear, inevitable.
Gamboa es mejor que Ríos, pero, como le sucedió hace 39 años en París a su paisano Mantequilla Nápoles, tiene pocas posibilidades de ganar por, exactamente, lo mismo que imposibilitó al protegido de Cuco Conde ¿Por qué le hacen esto a los cubanos los que saben que cualquiera de ellos sería un éxito contra mexicanos o contra boricuas? ¿Por qué son “aburridos”? No, ¿Por qué pudieran acabar con el brillo de sus propiedades muchas veces infladas? Puede ser…
Sin embargo, resulta curioso que estos traficantes de la desverguenza rechacen el dinero que provocarían estas peleas de gran atractivo para cualquier público que, para hacerlas todo lo exitosas que prometen, se encargarían de reactivar promocionalmente los viejos encuentros Cuba-México, cuando los antillanos le caían a patadas por el trasero a cuanto azteca encontraban en el ring, lo mismo “aburriendo” como Luis Manuel o Zulueta, que a tranca limpia como Pupy García.
Por eso resulta extraño que los apoderados y el sector de prensa que cubre a los cubanos, no traten de entrar seriamente al agujero que esclarezca dudas más que razonables, las que, por indicios que hay (Arum y Sulaimán sobre todo) la luz al final del camino pudiera estar en La Habana en el lecho del moribundo tirano y en las Oficinas del MININT.
EXTRAIDO DE SOLOBOXEO
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